El verdadero líder no es un dictador. Intenta escuchar las opiniones y necesidades de sus seguidores. Sus decisiones son para beneficiar a todos, no solamente a sí mismo. Por eso, su liderazgo gana respeto y no necesita ser impuesto por la fuerza. Hay una armonía en la relación: el líder busca lo mejor para sus liderados y estos, a su vez, confían en su liderazgo y, con alegría, se someten sin resistencia. Fue así como Dios lo designó: hombre y mujer, cabeza y cuerpo, en perfecta armonía