Entre 1964 y 1968, un gobierno juzgado demasiado radical fue derrocado por un golpe militar, instalando una dictadura. Medio siglo después, entre 2016 y 2018, otro gobierno fue derrocado por un golpe parlamentario, instalando a un ferviente admirador de la dictadura en la presidencia. En el gobierno de Bolsonaro hay más ministros militares que en los gobiernos surgidos del golpe. La situación, obviamente no es la misma, y el régimen no es aquel, pero que la curva general de la historia en estos cincuenta años forma una parábola, una que da forma a la narrativa y al título que sigue, es clara.
En estos años, Brasil ha sido también el teatro de un drama sociopolítico sin equivalente en ningún otro Estado importante. En todas partes –Europa, Estados Unidos, India, Rusia o China— la tendencia dominante fortaleció el control de los ricos sobre los pobres, del capital sobre el trabajo, y llevó a ampliar el abismo entre ambos. Sólo en Brasil hubo durante un tiempo un movimiento en la otra dirección. Los doce años de gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, hicieron de Brasil, por primera vez en su historia moderna, un país que importaba políticamente más allá de sus fronteras, como un ejemplo y una posible inspiración para otros. Con todo, los resultados de estas políticas no fueron suficientes. Las limitaciones de lo que se intentó y las debilidades de lo que se logró son parte del análisis de este libro, pero también sus éxitos.