¡Caballeros, esta noche, para todos ustedes, la señorita Caro Morton!
Lady Caroline Copeland, con el corazón acelerado por los focos del club de juego más elegante de Londres, salió con paso vacilante de detrás de la cortina…
Echó una ojeada a la multitud que tenía delante, pero sus ojos se quedaron clavados en el caballero de aspecto inquietante que la miraba con el ceño fruncido desde el fondo de la sala. La intensidad de su mirada era tal que le atravesó el disfraz, le secó la garganta y la hizo sonrojar. Caro se había jugado la reputación por estar allí y no podía arriesgarse a que nadie se acercara demasiado a ella y desvelara su secreto, independientemente de lo mucho que su cuerpo anhelara dejarse arrastrar…