Fractura expuesta es la historia de un éxito empresarial que empieza a narrarse desde su fracaso. Es también el relato de una fractura, de lo insoportable que resulta lidiar con las propias contradicciones de un hombre que quería estudiar sociología en La Sorbona y acaba creando una marca, Kling, que llegó a tener más de seiscientos puntos de venta repartidos en treinta países y que durante más de diez años vistió a toda una generación de españolas. En la primera década del siglo XXI el low cost, la religión que más adeptos ha logrado en menos tiempo hizo de la moda una fábrica de objetos baratos, transitorios y permanentemente reemplazables.
La marca Kling crece de manera exponencial, actrices, modelos y las recién nacidas “influencers” llevan sus prendas como una seña de identidad. Pero detrás del glamour hay algo muy oscuro. La industria textil es la segunda más contaminante del planeta, solo por detrás de la petrolera. Y se apoya en sueldos bajos y duras condiciones laborales en zonas del mundo donde la legislación es laxa o inexistente. El dinero y la fama llegan pronto, como también la certeza de estar en el lado equivocado del mundo.