En efecto, no es descabellado pensar que, si decidiéramos sacrificarlo todo a la educación, a la investigación y a la ciencia, haciendo inversiones masivas, sin ningún precedente, en el sector de la enseñanza en todos los niveles, tendríamos empleos y prosperidad en abundancia. Todos los esfuerzos que vayan en esa dirección serán bienvenidos. El ideal de conocimiento no tiene necesidad de desigualdades sociales ni económicas. Muy por el contrario, con respecto a ese ideal, tales desigualdades son factores de estancamiento, obstáculos, una pérdida considerable de energía, un ataque al potencial intelectual de la humanidad. Es cierto, en cambio, que el hecho de dejar que se ahonde la brecha entre los más instruidos y los menos instruidos no puede sino agravar irremediablemente el empobrecimiento de la mayoría