Tamiki Hara, el autor de Flores de verano, se encontraba en la ciudad de Hiroshima aquel 6 de agosto de 1945. Sobrevivió a la explosión y vivió el tiempo suficiente para escribir una de las obras más conmovedoras y profundas sobre el bombardeo atómico jamás creadas. Al cabo de los años nació en Japón un subgénero literario llamado genbaku bungaku, la «literatura de la bomba», escrita por hibakushas, supervivientes de la bomba atómica y por otros autores que, si bien no vivieron personalmente aquella experiencia, sí tuvieron un conocimiento directo de cuanto sucedió. Entre ellos se encuentran Takashi Nagai y su impresionante Campanas de Nagasaki, Ōta Yoko con Ciudad de cadáveres, Masuji Ibusa con Lluvia negra, Ineko Sata con Cuadros sin colores, Hiroko Takenishi con El rito, Kyōko Hayashi y El tarro vacío, Katsuzo Oda con Cenizas humanas, Mitsuharu Inoue con La casa de las manos o Tōge Sankici con Poemas de la bomba atómica, por citar solo algunos.