A Dagfrid hay muchas cosas que no le gustan, empezando por su nombre. La verdad es que la vida de una niña vikinga no es nada divertida: se peinan las trenzas enrolladas como caracolas sobre las orejas, se ponen vestidos demasiado largos y secan el pescado. Por si fuera poco, pescado es lo único que comen. Pero es que encima las niñas ni siquiera tienen derecho a navegar y a descubrir mundo. Bueno, hasta ahora. Porque Dagfrid ya se ha hartado del pescado seco.