Los hechos no penetran en el mundo donde viven nuestras creencias, no las han hecho nacer, ni las destruyen; pueden infligirles los desmentidos más constantes sin debilitarlas, y una avalancha de desgracias o de enfermedades sucediéndose ininterrumpidamente en una familia, no la hará dudar de la bondad de su Dios o del talento de su médico.