Nacida en el contexto de la Revolución industrial, la escuela está adaptada a las características que se buscaban en los trabajadores de aquella nueva sociedad. Atrás quedaba el conocimiento adquirido en el entorno familiar y a través del aprendizaje de los oficios. Surge así una escuela de carácter segregador, orientada a clasificar a los alumnos para un mercado laboral rígido que no entiende de individuos y que todavía mantiene sus estructuras tres siglos más tarde. Partiendo de esa perspectiva, Rafael Feito Alonso realiza un diagnóstico de un sistema educativo anclado todavía en vicios y formas de hacer del pasado en un mundo que lo sobrepasa. Para ello el autor se vale de informes, estudios e innovadoras perspectivas educativas. Y propone un cambio de rumbo en pos del desarrollo del espíritu crítico por encima de la memorización; de la individualización curricular por encima de la estandarización. Una escuela democrática para un mundo en democracia.