Después de cinco siglos proporcionando materias primas a distintos imperios y de haber sido el soporte para el desarrollo y la industrialización de otros continentes, en las últimas décadas, Latinoamérica ha comenzado un proceso de apropiación y explotación de sus recursos naturales que le ha permitido disminuir sensiblemente los índices de pobreza. Al mismo tiempo, este nuevo escenario económico ha estimulado el surgimiento de movimientos ecologistas dominados por un discurso eurocéntrico reñido con las prioridades de una región que todavía evidencia importantes niveles de exclusión social.
Frente a esas voces sombrías que vaticinan el apocalipsis ambiental, Aramis Latchinian es responsablemente optimista respecto al futuro y duramente crítico, tanto con los defensores del crecimiento económico a ultranza como con los movimientos ecologistas transnacionales por su miope, abstracta y no pocas veces interesada visión de la realidad.
Latchinian afirma que hay razones para tener confianza en el futuro y que los avances en la ciencia y la tecnología, así como los cambios de paradigma social y su repercusión en la legislación ambiental, nos permiten ver al hombre como un constructor de un ambiente nuevo y no necesariamente como un depredador irracional de la naturaleza.