Barcelona, mediados de los años 80: Mauricio Greis lleva un año escaso trabajando como dentista en una conocida clínica y las cosas le van lo bastante bien como para independizarse de su relativamente acomodada familia. Bien, pero, a decir verdad, un poco aburridas. En los años que pasó en Madrid, estudiando la especialidad de estomatología, se desconectó de sus amigos de juventud y ahora se encuentra en una especie de volver a empezar. En esos tiempos de universitario, casi es innecesario decirlo, simpatizó con las ideas izquierdistas, pero sin llegar a militar en ningún partido: nunca fue hombre de mucha iniciativa, y, además, ahora se da cuenta, carecía de un auténtico afán de destruir el capitalismo.A través de un antiguo compañero de colegio recibe la oferta de presentarse, de relleno, en las listas del partido socialista para las elecciones autonómicas. Acepta en parte por cortesía, en parte para recobrar los viejos ideales y, sobre todo, por tener algo que hacer los fines de semana.