-Yo, de usted, me tendría por venturoso. Fíjese que hablando y escribiendo solo buscamos la fineza psicológica del humorismo, de la amarga ironía.
Pues, Antón Hernando, usted es un elegido de la Ironía. Yo, de usted, la verdad, sentiría una espiritual complacencia.
¡De modo que yo he sido un ironista vivo! ¡Yo no lo sabía! Y ahora que lo sé, quisiera llorar, en vez de sonreír. Ironía debe de ser como una goma aromosa, como un perfume que se quema en la brasa del corazón, y que regala a la nariz ajena, mientras nosotros no podemos percibir la fragancia, porque nos estamos quejando de la escondida llaga.