Solo puedo decir una cosa a mi favor: nunca he herido a propósito. Y también me duele cuando me doy cuenta de que he herido. Pero tengo tantos defectos. Soy inquieta, celosa, áspera, desesperanzada. Aunque tengo amor dentro de mí. Pero no sé usarlo: a veces parece unas garras. Si he recibido tanto amor en mi interior y sigo inquieta e infeliz, es porque necesito que Dios venga. Que venga antes de que sea demasiado tarde.