«Hago una aclaración imprescindible para que no emprendan la retirada de inmediato: esta ponencia es un argumento contra el resentimiento, porque, señoras y señores, de nada sirve el malhumor, de nada sirve llorar sobre leche derramada. De no mediar esta aclaración, yo sería el primero en irme, pediría que me devuelvan la plata o, en su defecto, que me extiendan el certificado sin más demoras. Antes de escucharme a mí mismo papear sobre nuestro destino de irracionalidad, les pido encarecidamente me aten al tobillo una piedra grande como ésa y me tiren al dique. Si la tarea intelectual carga con el lastre de la inconformidad, a ustedes, viejos lobos y lobas de mar, los adivino en la búsqueda homérica de una verdadera amistad con lo que les ha tocado en suerte, de un armisticio duradero. Tranquilos, esto no es una mariconeada».