El doble

El dolor anida hasta en los palacios suntuosos y es imposible escapar de él.

¡Ahi tienes tu amor propio, imbécil, ahí lo tienes!

Yo siempre pensaré en ti aunque llegues a olvidarme. Si bien la vida es voluble, no dejes de recordarme.

Por ello, y también porque aumentaba la oscuridad e iban a cerrarse las oficinas, los funcionarios, en particular los más jóvenes, estaban casi todos desocupados cuando entró nuestro héroe, formando corros, hablando y riendo, y algunos de los más bisoños, esto es, de los funcionarios aún sin funciones oficiales, aprovechándose del bullicio general, se habían puesto a jugar a la raya en un rincón junto a una de las ventanas.

-Perdón, pero no tengo tiempo, señor -dijo Pisarenko soltándose del señor Goliadkin que lo tenía agarrado de la solapa-.

Pero, ¡horror de horrores!, el cochero se negó en redondo a llevar al señor Goliadkin, diciendo: «No puedo llevar a dos personas exactamente iguales, señor. El hombre bueno trata de vivir honradamente y no de cualquier modo y, además, nunca tiene un doble».

Cabe decir que en general los acontecimientos de la víspera habían perturbado profundamen

misma, militaba contra el señor Goliadkin

-Sí. Santo y bueno. Y, si lo entiendo bien, reconozco que lo que dice es justo. Pero déjeme advertirle, Yakov Petrovich,

«Bueno, ya veremos -pensaba-. Ya veremos.