Desde entonces el sol, la luna y las estrellas pueden salir y ocultarse cuando y como quieran, yo no sé ya cuándo es de día ni cuándo es de noche, cuándo hace sol o cuándo hace luna; para mí ha desaparecido el universo en su totalidad.
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A las 12 del día Werther falleció.
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Están cargadas… Oigo las 12… ¡Que sea lo que tenga que ser! Carlota… Carlota… ¡Adiós! ¡Adiós!
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Carlota: no tiemblo al tomar el cáliz terrible y frío que me dará la embriaguez de la muerte.
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Oh, Carlota! ¿Qué hay en el mundo que no traiga tu recuerdo a mi mente? ¿No estás en todo lo que me rodea? ¿No te he robado, con la codicia de un niño, mil objetos sin importancia que habías santificado con tu toque?
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Adiós; nos volveremos a ver y entonces seremos más felices.
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y tú, estoy seguro, no podrás aborrecer nunca a quien tanto te ha idolatrado
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¡Ángel del cielo, tú apoyas mi decisión! Tú, Carlota, eres quien me entregas esta arma destructora; así recibiré la muerte de quien quería recibirla yo.
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siempre su pensamiento se dirigía a Werther, que la adoraba; hacia Werther, a quien no podía abandonar y a quien necesario era dejar.
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“¿Me harías el favor de prestarme tu pistola: para un viaje que he planeado? Que estés bien. Adiós”.