En julio de 1937 la Comisión Peel presentó su análisis y conclusiones. Ahí señaló que el gobierno británico, en el marco de la Primera Guerra Mundial, había hecho promesas contradictorias e irreconciliables tanto a la parte judía como a la parte árabe para obtener el apoyo de cada una. El enfrentamiento imposibilitaba el funcionamiento normal del Mandato británico en Palestina. Lo mismo pasaba con la demanda árabe de establecer otro estado, tal como sucedía en esa época en Iraq, Egipto, Siria y Líbano. La parte sionista veía en la política británica una obstrucción al establecimiento del hogar nacional judío en Palestina. La comisión proponía la partición de Palestina en tres partes: un miniestado judío concentrado en la costa de Palestina y la Galilea; un estado árabe, ligado a Transjordania que ocuparía la parte sur de la costa de Palestina, Judea, Samaria y el desierto del Negev; y una zona de Mandato británico que incluiría los lugares santos —la zona de Jerusalén y Belén, con un corredor territorial que saldría al mar en Yaffo, así como la zona de Nazaret—. Las conclusiones mencionaban la futura necesidad de intercambiar territorios y poblaciones entre los dos futuros estados para lograr mayor homogeneidad y coherencia social.