Este creciente protagonismo del sujeto –entendido como sujeto social, como entidad– es el proceso que comienza a incentivar la problemática, casi metafísica, de la identidad institucional.
La comunicación refuerza así su función expresiva, función no primaria que circula básicamente por las capas connotativas del mensaje: mientras dice lo que debe decir, el emisor se expresa o sea habla de sí.
La identidad corporativa circula predominantemente por capas sumergidas, indirectas, semiconscientes o subliminales, privilegiando así a los discursos no verbales, o sea los canales no tradicionales de comunicación.
Gracias a esta priorización del emisor, el concepto de comunicación tiende a subsumirse dentro del concepto más global de imagen, en tanto que re-presentación del emisor. Y el concepto de imagen