, cuando nota mi interés desmedido por su vecindario, me desanima: dice que a la noche cambia el panorama, cambian los personajes, se banaliza la escena. En lugar de la violinista hay un niñito jugando a la play y el violín reposa, semi muerto, detrás del sillón; en la mesa de las viejas hay un florero horroroso; en lo del chico lindo hay también una chica linda que se lo come a besos; en la ventana del pájaro ya no está Violeta, sino sus papás haciendo la sobremesa: él se fuma un puro y ella se toma una copita de oporto. “