.
–Joy –dije–, ¿sabes que en realidad no me importaría demasiado no volver a ver a David? Pero estoy atrapada, atrapada por la sillita en el pasillo, el bebé pegado al pecho, el anillo en el dedo. Sin dinero, sin una meta y sin agallas. Atrapada por las mismas cosas que me obligaron a buscar ese refugio.