Dos historias. Dos vidas, la de Casey y la de Perséfone. Casey, una chica de Filadelfia, acostumbrada a la soledad, con una madre ausente y una imaginación desbordante que le ayuda a buscar su camino como escritora. Una joven que ve mariposas negras donde los demás no ven nada. ¿Y Perséfone? Una dulce joven capaz de dar vida, de hacer florecer la tierra, de traer luz donde hay oscuridad. Una chica cansada de su destino, de su deber, de la soledad que conlleva su vida, necesitada y atraída por algo o alguien más. Y las dos vidas confluyen en una, se fusionan, y la autora lo hace de tal forma que es imposible que no empaticemos con ambas, con la historia en sí, que no amemos su manera de contar este relato, con sus luces y sombras, con vida y muerte, con falsas apariencias, con giros inesperados que nos vuelan la cabeza haciéndonos dudar, pensar y no estar seguros de qué es real y qué no.