Las investigaciones en torno a la psicología del desarrollo han experimentado, en las últimas décadas, cambios revolucionarios. Han logrado liberarse de los principales obstáculos que trababan su avance: los cuestionamientos abstractos de otrora que oponían “naturaleza” y “cultura”, y han entrado por fin a indagar cómo la cultura da forma a la mente. ¿Significa esto acaso que por fin la investigación es cada vez más concreta y precisa? Significa mucho más que eso: la investigación es cada vez… ¡más investigación!
Así, por ejemplo, hoy en día ya se plantea cómo la cultura en general da forma a los procesos de atención, o cómo se construyen nuestros hábitos de categorización de lo “parecido” y lo “diferente”. Lo que a su vez nos incita a explorar el papel desempeñado por estos procesos en la formación de la cultura, pero también cómo dan forma a la mente y a los corazones de aquellos que en su seno habitan. Ya no es posible trazar una frontera clara y precisa entre cultura y mente, como tampoco es posible ya distinguir entre dimensiones colectivas e individuales. Cada capítulo de esta obra nos propone innumerables ejemplos de todas estas interdependencias, lo que nos lleva a pensar que hasta hace poco nos habíamos hecho una idea de lo más simplista de todas estas distinciones.
¿Acaso se puede seguir manteniendo una rígida separación entre antropología y psicología de desarrollo? En lo que a mí respecta, estimo que esta obra ilustra bien hasta qué punto resulta peligroso (y estúpido) intentar hacerlo. Estamos viviendo una era revolucionaria en las ciencias humanas. ¡Y este libro se halla en el corazón mismo de esta revolución!
Jerome Bruner