Para ser un hombre al que había fantaseado con estrangular, Jake Bradshaw era agradable a la vista. De hecho a Jenny Salazar le daban ganas de usar las manos para otra cosa. Salvo que aquel era el hombre que había abandonado a su hijo, Austin, al que Jenny adoraba como si fuera suyo, para convertirse en reportero gráfico. No podía regresar sin más y llevarse a Austin.
Jake era poco más que un chaval cuando se convirtió en padre. Cierto, había soñado con escapar de aquel pueblo, pero también estaba convencido de que el niño estaría mejor con sus abuelos. Pero ahora deseaba, necesitaba, enmendar ese error. Pensaba quedarse en Razor Bay solo hasta que pudiera convencer a Austin de que se fuera a Nueva York con él. El problema era que, con la irresistible y protectora Jenny en su vida, y en su cama, corría el riesgo de no querer marcharse nunca…