Ana, Y La Casa De Sus Sueños

es espantoso no tener a nadie a quien amar, la vida se vuelve vacía

Te odiaba porque te envidiaba, ay, estaba enferma de envidia

Ana, ha habido momentos en este invierno y la primavera pasados en que te he odiado

Nunca antes le había importado estar sola. Ahora lo temía. Últimamente, cuando estaba sola, se sentía terriblemente sola

Ah, todos han sido tan buenos y pacientes conmigo, Marilla. No soy desagradecida y, tal vez, cuando este horrible dolor se aplaque un poco, tal vez descubra que puedo seguir viviendo.

tú sabes, Ana, que yo siempre afirmo que las mujeres debemos ayudarnos entre nosotras. Ya tenemos suficiente con soportar a los hombres,

Le salvé la vida y, cuando se salva la vida de alguien, es obligado quererlo. Es casi como dar vida.

—Tuve un perro una vez. Lo quería tanto que cuando murió no podía soportar la idea de traer a otro en su lugar. Era un amigo, ¿me entiende, señora Blythe?

Nunca me oirá hablar mal de una mujer por su forma de vestir

—¿Es ése el único de tus sueños que se ha hecho realidad? —preguntó Ana, que sabía perfectamente bien cuál sería su respuesta pero quería volver a oírla.

—Tú, mi pequeña —dijo Gilbert, sonriéndole a los ojos.