Estamos asediados por las órdenes de una entidad que se niega a expresar su naturaleza exacta o auténtico entorno, y pronto aquellas calles bien alineadas descubren que en realidad están situadas en paisajes extraños donde las casas sencillas y los árboles están bien ocultos, donde todo se sitúa dentro de las profundidades de un enorme abismo con eco. Hasta el mismo cielo infinito, por el que el sol propaga su luz expansiva, es tan solo una ventanita borrosa con una grieta, una fisura irregular más allá de lo que podemos ver, en el atardecer, que ocupa y envuelve una calle vacía bordeada de árboles que se mueven suavemente y silenciosas casas antiguas.
En una ocasión en particular seguí una calle con árboles a ambos lados, pasé todas las casas de largo y continué caminando hasta que llegué a una casa apartada, a poca distancia del pueblo. Como la carretera que tenía delante se estrechaba hasta convertirse en un camino lleno de hierbajos que ascendía y tomaba un recorrido que se desviaba por u