Charlie Y La Fábrica De Chocolate

Un libro, piensas, es una cajita milagrosa: puedes meterlo en el bolsillo de tu abrigo y en él caben, sin embargo, muchas más cosas de las que existen en el mundo.

Un libro, piensas, es una cajita milagrosa: puedes meterlo en el bolsillo de tu abrigo y en él caben, sin embargo, muchas más cosas de las que existen en el mundo. En un libro cabe un dragón, por ejemplo, o un duende con pantuflas y nariz en forma de anzuelo o un gigante de cinco metros de altura que calza zapatos del número veintinueve. Un libro cruje cuando lo abres, como una galleta, y los negros regueros de tinta, sobre el frágil papel, despiden un olor sutil y sabroso, semejante al de ciertas frutas livianas.
Te gustan, sí, los libros. En ellos todo se invierte: en sus vastos reinos tú eres el rey. Ahora, por fin, los niños de diez u once años ocupan el lugar que se merecen

por más que trabajase

ajustando los pequeños tapones

heladas corrientes de aire soplaban a la altura del suelo

sobre colchones extendidos en el suelo.

Mas yo le pregunto, ¿ha pensado un momento Para qué le sirve a su hijo este invento? ¡LE PUDRE TODAS LAS IDEAS! ¡MATA SU IMAGINACIÓN! ¡HACE QUE EN NADA, NADA CREA! ¡DESTRUYE TODA SU ILUSION! SU POBRE MENTE SE TRANSFORMA EN UN INUTIL REFLECTOR CON VER FIGURAS SE CONFORMA, ¡NO SUEÑA, NI EVOCA, NI PIENSA, SEÑOR!

—Mi querida merluza —dijo el señor Wonka—, vaya a que le frían la cabeza.

siempre existe una pequeñísima posibilidad

Yo sólo recibo una chocolatina al año.

—Nunca se sabe, cariño —dijo la abuela Georgina—. La semana que viene es tu cumpleaños. Tú tienes tantas posibilidades como cualquier otro.