En Misericordia, Sotomayor indaga sobre los límites del yo interior y físico y sus multiplicidades y lo hace desde el borde, con un intimismo lúcido que siempre mira al exterior, capaz de desvelar lo postizo que hay detrás de una pose humana. El libro que estás aguantando se desplegará en tu regazo con la levedad de un canto, pero también con los golpes de un tumulto de manos, incapaces de estar quietas porque, como dice la autora, «el tacto es el cuidado y también la trampa, el castigo y el premio, el lenguaje no verbal. Las manos se cargan de lujuria, nos vuelven locas, comemos con las manos, violentamos con las manos, señalamos con las manos, arrancamos, curamos, rompemos, desnudamos, escondemos, almacenamos, el poema son las manos».