incluso en los casos en que los Estados nacionales decidieron introducir la práctica como currículo escolar, la difusión “hacia abajo” buscaba únicamente fines disciplinadores y de control social: la idea de que las clases populares iban a ser “mejores” (es decir, mejores obreros, mejores ciudadanos, más sanos, menos susceptibles a las tentaciones del alcohol, la fiesta, la disipación o la huelga, entendiendo todos como peligros casi equivalentes) gracias a la práctica deportiva. No había Estados nacionales “democráticos”, en el sentido fuerte de la palabra, en el comienzo del siglo XX latinoamericano: las élites no buscaban pueblos felices, sino pueblos obedientes que contribuyeran a maximizar sus tasas de ganancia.