Si fuera por ella, como ya dije, yo no escribiría nunca más, o, mejor dicho, yo no habría escrito nunca. Para ella todo está dicho, todo está dicho mejor de lo que puedo decirlo yo. Pero vine con estas ganas de contar, con estas ganas de decir otra vez, de decir a mi manera. ¿Qué quiere que haga? Que sea cajera de supermercado, decía cuando yo le preguntaba eso en la juventud. Ahora dice médico de frontera. Como si yo pudiera estudiar medicina y viajar a alguna frontera a curar personas, como si escribir significara que soy indiferente al sufrimiento.