Un muerto no puede leer los libros que se escriben sobre él. ¡Dentro de cien años! Piénselo. Si pudiera regresar a la vida entonces, aunque sólo fuera por unas horas, y entrar en la biblioteca y leer. ¡O mejor aún: si pudiera proyectarme ahora, en este preciso momento, a ese futuro y a esa biblioteca, sólo durante una tarde! Le vendería mi cuerpo y mi alma al Diablo a cambio de eso. Imagine páginas y más páginas del catálogo: SOAMES, ENOCH, una entrada interminable, infinitas ediciones, comentarios, prólogos y biografías…