Por casi doce años me he empeñado en hacer en muchos lugares un ejercicio simple: recordar las experiencias en lectura y escritura que han tenido personas de diversas condiciones y culturas. La gran mayoría -casi todos realmente— de los que participaron, están o van a estar vinculados al ejercicio docente. En ese propósito me ha acompañado desde hace algunos años, mi esposa.
Los resultados de ese ejercicio son las noventa y cinco cartas (escogidas entre casi mil quinientas) que ahora tiene en sus manos. Aunque es justo decir que en pocos casos no son precisamente cartas (pero así las llamaremos), son testimonios sin un destinatario particular, y en ellos cuentan su relación con las letras, o algunas circunstancias de su vida en la escuela. Transcribimos fielmente sus palabras desde su manejo de la lengua escrita, en la precariedad o riqueza de su dominio, y en los trazos de la fusión entre oralidad y escritura. Estos textos son como dibujos del ánima de cada uno, aún no constreñidos (ni construidos) por las reglas del bien escribir. Feracidad y erial que, admitimos, puede dificultar la lectura de quien se acerca a este libro. Y esa también es una manera de poner a prueba su propia condición lectora. Javier Naranjo Moreno