Ahí le quitarían todo lo que era, todo lo que hubiera podido ser. Pero qué otras opciones había en nuestra patria ocupada: estudiar era peligroso, siempre estaría bajo sospecha, y una mujer joven, una que no había recibido una gran educación, que no era rica y a la que sus padres no podían enviar al extranjero, no tenía mucho de dónde elegir. Ella crecía rápidamente y, cuanto más tiempo pasara, menos posibilidades tendría de ingresar. Yo sabía que en los campos sólo aceptaban “mentes frescas”. Ella entraba en la adolescencia, estaba en la edad justa; después de los dieciocho sólo la tomarían para tareas de limpieza. Si ingresaba ahora, hasta podría hacer carrera en las nuevas Fuerzas de Seguridad.