Ustedes brillan en lo oscuro

Odia su nombre, que quiere decir arco iris y que a ella le parece cursi.

apenas el suave aleteo en la memoria de aquello que se escapa, la incapacidad de evocar las texturas de las frutas del monte y los rostros de los niños del barrio, el olvido de imágenes largamente acariciadas como la franja de estrellas entre las ramas de los árboles…

en el lugar donde correspondía el punto de la «i» dibujó un corazón. No sintió nada extraordinario. En verdad, poquita cosa:

ratos creo que ella sabe lo que ocurre pero que ha decidido silenciarlo, en ese juego de disimulos y duplicidades en el que está entrenada. Quizás al ocultarle la noticia no es que yo quiera evitarle la vergüenza sino disfrutar a solas mi triunfo sobre ella: mi embarazo hace evidente su esterilidad

así cada vez, sin matar a la criatura pero mutilando siempre la misma parte.

con ese otro fruto del río que nos trajo la mujer y que ahora da vueltas en mi boca, extraño en su textura gomosa y en su gusto a pollo hervido.

cúmulo que arrasa con el sol tiene la forma de un niño vestido con botas blancas y capa flotante: es Atomito surgiendo detrás de la montaña.

Rodeado de helechos y de cactus en su taller de la ciudad de Abajo, el restaurador de arte advierte que la figura del niño sobre la Virgen-montaña del siglo xviii se vuelve cada vez más nítida: el hombre se lleva la mano a la boca, incrédulo y turbado por lo que ha descubierto.

Da lo mismo que traigan a todos los ingenieros del país a repararlo. Es algo más antiguo que escapa a raudales del corazón abierto de la tierra.

Contracciones nerviosas le caminan por el cuerpo, los músculos se hacen guiños los unos a los otros; los pelos de su nuca están completamente erguidos y al frotar las manos genera una pequeña pero inconfundible pelota hecha de electricidad que nadie más parece notar.