El relato “El gato negro” se publicó por vez primera en el periódico United States Saturday Post, en 1843.
El gato como símbolo del mal tiene una larga tradición en Occidente. En la supersticiosa Edad Media llegó incluso a representar a Satanás al visitar la tierra; era el animal de compañía de las brujas. En el romanticismo se puso de moda como animal literario por excelencia, por su aire misterioso, sus ojos relucientes y su aparente serenidad. El propio autor del relato, Edgar Allan Poe, tuvo en casa ese animal doméstico. Pero en realidad, el gato es aquí la víctima de los desvaríos y alucinaciones, por no hablar de los instintos criminales del narrador.
Con el relato El gato negro, tenemos de nuevo el tema del “crimen perfecto” planeado fríamente por un asesino inteligente y calculador. En su interior, el propio narrador lucha contra sus insatisfacciones y frustraciones acrecentadas por el alcoholismo, y trama una venganza inmolando al inocente animal, por el que sentía gran afecto. El gato es el ojo acusador, su propia conciencia, capaz de examinar su psique desviada y enloquecida. Su maldad psicopática lleva al protagonista al asesinato.