Valencia
Cada sombra, una posible amenaza.
Cada ruido estridente, un balazo. Una explosión.
Todo desconocido con el que se cruzaba, un presunto sicario.
Había renunciado a ir a la playa. Se había mudado a otro apartamento, solo, para proteger a su familia. Vivía en el encierro.
Insomnio.
La angustia, un hueco helado en el pecho.
Su estómago, una caldera de ácido.
Cobo se estaba cagando de miedo.
“Esto es el infierno”, pensaba