Un hombre que degradaba y amenazaba a las mujeres te hacía querer hacer todo lo que estuviera en tu mano. Aullar y gritar; manifestarte; dar un discurso; convocar al Congreso; enamorarte de una buena persona; demostrarle a una mujer joven que no todo está perdido, a pesar de que las pruebas indiquen lo contrario; cambiar lo que siente una mujer cuando camina por la calle de noche en cualquier parte del mundo, o una niña que sale de una tienda KwikStop en Macopee, Massachusetts, en pleno día, con un helado en la mano. Que no tuviera que preocuparse de sus pechos, de si le crecerían algún día o de si le crecerían lo bastante. No tendría que pensar en nada físico ni sexual respecto a sí misma a no ser que quisiera. Podría vestirse como quisiera. Podría sentirse apta y, segura y libre