Cómo sobrevivir sin dinero

mutuamente.

Tal vez usted ha sido y es de esas personas que tratan de apoyar a todo el mundo; escuchar los problemas que tienen sus compañeros; servir de paño de lágrimas a sus amigos; andar continuamente infundiéndole moral a los prójimos que la necesitan. Desde luego esta actitud es muy, pero muy plausible siempre y cuando todo ello no lo utilice como una válvula de

maniobrarlo es una energía pura y limpia, nada del clásico quemador de gas; será una cajita de marfil o recubierta de esmeraldas, de la que salga un blanco haz de luz que inunde toda la bolsa de seda que lo mantiene flotando.

Déle los colores que más le atraigan y más le relajen; los adornos y los detalles con los que se sienta más a gusto. Hágalo verdaderamente fantástico (fantástico viene de “fantasía”, de modo que deje volar su fantasía), p

Usted se va a construir “mentalmente” un globo. De esos que surcan plácidamente el cielo. Y lo va a “construir” con el mayor esmero; como le gustaría que fuera verdaderamente. ¿Qué tal si la cesta la hacemos de cristal; de un cristal fino donde se reflejen y analicen multitud de colores?, pero que al mismo tiempo sea tan resistente como el acero cuya dureza nos transmite la mayor sensación de seguridad.

Pongamos que la energía que le hace ascender y que nos permite ma‍

En resumen, parece que la vida se nos escapa de las manos. De ahí que vivimos para la vida, no la vida. Y es por ello que entre influencias y veloci‍

ra” a su actual creencia.

Por otra parte vivimos en un mundo dominado por el vértigo de la velocidad; para ser eficaz no sólo hay que hacer bien el trabajo sino rápidamente; para alcanzar la cumbre no basta con triunfar en una actividad determinada sino que ha de ser a la mayor brevedad

De manera prácticamente idéntica, si usted decide conseguir o alcanzar un empleo, una situación, un producto, una empresa, una meta –sea la que sea–, céntrese en ella manteniendo en su mente el fin deseado y viéndose realizado y cumplido su objetivo

Resulta pues que nunca alcanzará la seguridad que ahora usted cree que da el dinero, la fama o el poder; esto es un sofisma, una quimera o una nube de verano, lo que prefiera. La seguridad sencillamente no existe en el ser humano.

Dígame, ¿quién le ha ayudado a que usted triunfe, a que se realice? Posiblemente me responda que nadie; sin embargo lo más grave, lo auténticamente dramático, lo imperdonable es que... ¡ni usted mismo! De modo que no trate de buscar culpables a su alrededor, el único lo lleva dentro de sí aunque no lo haya sabido ni aún lo sepa.

Usted ha comprado el último disco del ídolo tal o cual, para que dicho cantante se forre; ha visto la última película del famoso o famosa de turno, para lo mismo; ha adquirido el libro tal, también para lo mismo, y así un interminable etcétera. Y todo eso se lo han “vendido” envuelto en el tentador celofán de su “cultura”; de estar al tanto y a la última.

Lo fundamental va a ser justamente esto: “Sin prisa pero sin pausa”