Sí, es cierto. ¡Me equivoqué! — añadió, deteniéndose justo frente a mí—. O no debí haberme permitido amarte, o debí haberte amado de forma más sencilla, sí.
—Olvidémoslo todo —aventuré tímidamente.
—No, lo que ha pasado no volverá, es imposible hacerlo volver —y su voz se suavizó al decir esto.
—Todo ha vuelto —dije yo, apoyando mi mano en su hombro. Él tomó mi mano y la apretó.
—No, no es verdad que no lamente el pasado; lo lamento, lloro por ese amor que se fue, que ya no existe ni volverá a existir. ¿Quién tiene la culpa? No lo sé. Ha quedado amor, pero no aquel; ha quedado su lugar, pero él ha estado muy enfermo, no tiene fuerza ni vitalidad, han quedado recuerdos y gratitud, pero…