“La vida es una novela”, la nuestra, la suya, la que contamos y que cuentan los pacientes, sesión tras sesión, en su psicoanálisis, la que se escribe en diarios, agendas y autobiografías. En el texto de esa novela hay siempre algún mito fundador, una prehistoria ancestral, un relato del génesis que el sujeto no puede recordar porque le viene de los labios de otros. Sobre el mito originario y sobre las huellas de experiencias innominadas se levanta la choza o el palacio de la memoria en el que alternan oscuras cavernas y salones a media luz.