En 1969, ya muy enfermo y obsesionado con la idea de acabar de una vez, Gombrowicz pensaba cada vez con mayor frecuencia en el suicidio. Su mujer, Rita, y un joven admirador, Dominique de Roux, hoy un prestigioso ensayista y novelista, le pidieron que les diera clases de filosofía con el fin de sumergirle en la única materia que siempre le había apasionado.Aquellos apuntes son los que, reunidos por sus «alumnos», han dado lugar a este Curso de filosofía en seis horas y cuarto, un repaso de los principales sistemas de pensamiento moderno desde Kant y a la vez la afirmación de su propio credo filosófico: el arraigo de una filosofía en la existencia concreta.