Pachinko

«Los hombres tienen opciones de las que las mujeres carecen»,

Su hija no había olvidado a Hoonie, que había sido un padre maravilloso. Habían muerto muchos de sus bebés, pero habían tenido a Sunja. Ella todavía la tenía.

Intenté ayudarlas a casarse, pero no teníamos dinero. El destino de la mujer es sufrir. Debemos sufrir.

Isak solía decir que no podemos saber por qué algunos sufrimos más que otros; decía que no debemos apresurarnos a juzgar cuando hay otros que están soportando una agonía.

Pero las ideas pueden hacer que los hombres olviden sus propios intereses.

miró el buey; sus gigantescos ojos oscuros estaban llenos de un sufrimiento sin fin.

Oh, mi niña. Mi niña. Oh, mi niña.

Sunja abrazó a su madre con fuerza y pudo sentir el filo de su clavícula bajo la tela de la blusa. Su madre había encogido.

—¿Cómo supe que necesitabas trabajo? ¿Cómo sé a qué colegio va Noa, que su profesor de matemáticas es un coreano que finge ser japonés, que tu marido murió porque no consiguió salir de la cárcel a tiempo, y que tú estás sola en este mundo? ¿Cómo sé lo que tengo que hacer para mantener a salvo a mi familia? Mi trabajo es saber lo que otros no saben. ¿Cómo supiste tú que debías hacer kimchi y venderlo en una esquina para ganar dinero? Lo supiste porque querías sobrevivir. Yo también quiero hacerlo, y para ello tengo que saber cosas que otros no saben. Ahora estoy diciéndote algo valioso; estoy diciéndote algo que puede salvar las vidas de tus hijos. No malgastes esta información. El mundo puede irse al infierno, pero tú tienes que proteger a tus hijos.

Entonces Sunja lo comprendió: Hansu estaba preocupado por Noa. Tenía una esposa japonesa y tres hijas, pero no tenía hijos.

Tienes que marcharte de Osaka inmediatamente. Convence a tu hermana y a tu cuñado. Se trata de la seguridad de los niños. Si no quieren marcharse, hay poco que puedas hacer. Tengo un lugar preparado para ti y los chicos.

—¿Por qué?

—Porque pronto empezarán los bombardeos de verdad.