II) La estrecha política de conservar pura la sangre de los antepasados limitó el engrandecimiento, y apuró la ruina, de Atenas y de Esparta. El carácter dominante de Roma, que sacrificaba la vanidad a la ambición, consideró más atinado y aun honorífico apropiarse de la virtud y el mérito dondequiera que asomasen, ya fuera entre esclavos, extranjeros, enemigos o bárbaros