Nunca vi una muerte tan desamparada, robando cobijo
a los niños gitanos ante la caída de un filo de nieve.
Nunca vi una muerte que, sin pronunciar nombre alguno,
abrazara cualquier cuerpo, con minuciosa suavidad.
Nunca volví a ver una muerte tan clara,
como aquel septiembre del año invisible,
cuando la patria
se extinguía