A Lara Gladstone le encantaba jugar… especialmente si se trataba de sexo. Nada más ver a Daniel Savage, tuvo la total seguridad de que a él le ocurría lo mismo. Él estaba a punto de convertirse en el cazador y ella en la presa; y todo indicaba que iba a ser una persecución apasionante.
Era increíble lo que aquella mujer conseguía hacer con él con solo una mirada… Solo deseaba tener el mismo efecto en ella, quería provocarle la misma pasión irrefrenable, el mismo deseo arrebatador que estaba volviéndolo loco. Lara creía que lo tenía todo bajo control, pero no sabía que él también sabía jugar…
Y jamás perdía.