«A lo largo de la historia, cualquier ejército, próspero o no, ha intentado vestir incluso a sus elementos más humildes de una forma impresionante, tanto para sí mismos como para los demás, presentándolos como hombres rudos, expertos en la bebida y el amor y siempre dispuestos a matar o a morir. Por el contrario, el ejército americano envía a sus hombres a luchar y a morir con un traje civil algo modificado, evidentemente hecho para otro hombre; un lote esterilizado y sin planchar, que muy bien podría ser el regalo de las ancianas damas caritativas a los borrachos y desgraciados.
»Cuando un oficial americano vestido sin esmero alguno se dirige a uno de sus chicos tan indignamente uniformado, también le grita, al igual que cualquier oficial de cualquier ejército. Ahora bien, su enojo no es, como sucede en otros ejércitos, puramente teatral. Es una reacción de odio hacia los pobres, que no pueden echar las culpas a nadie más que a sí mismos.