«El libro de las aguas es un libro inclasificable, el más hermoso a mi juicio».
—Emmanuel Carrère
Escrito en un raro estado de gracia, Eduard Limónov afrontó el que para muchos es su mejor libro mientras se hallaba encarcelado en una prisión militar, acusado de terrorismo y tráfico de armas. Buceando una vez más en su apasionante y copiosa biografía, desatendió por una vez cualquier continuidad cronológica y geográfica para utilizar el agua —mares, ríos, lagos, estanques, piscinas, fuentes— como elemento conductor del relato.
Poético y crudo a un tiempo, Limónov describe con estas palabras el contenido de El libro de las aguas: «He tratado de pescar en el océano del tiempo las cosas verdaderamente esenciales para mí y, releídas las cuarenta primeras páginas del manuscrito, no he podido hallar más que mujeres y guerra: he ahí el modesto resumen de mi vida».