No es una descripción del mundo que proyecta la realidad actual hacia un futuro incierto, sino descripción de lo ya escrito, prescrito, inscripto en el conocimiento de la realidad, del saber consabido que se ha hecho mundo. La racionalidad ambiental recupera el sentido críptico del ser para desenterrar los sentidos sepultados y cristalizados, para reestablecer el vínculo con la vida, con el deseo de vida, para fertilizarla con el humus de la existencia, para que la tensión entre Eros y Tanatos se resuelva a favor de la vida, donde la muerte entrópica del planeta sea revertida por la creatividad neguentrópica de la cultura.