Concebido como un epígono de los antiguos gabinetes de curiosidades, el primer libro de cuentos de Gabriela Jauregui descubre, como lo hacían antes los cuartos de maravillas, un universo fantástico que trae ante nuestros ojos objetos, seres, situaciones, historias que creíamos conocer pero que, miradas a través de la inmensa hospitalidad que la autora experimenta ante el mundo, se nos descubren como experiencias cautivadoras y desconocidas. Un «Árbol cosmonauta» que recorre la distancia entre la Tierra y la Luna a través del suave mecerse de sus hojas, una escultora que pone a prueba los materiales con los que trabaja a partir de las exigencias y limitaciones de sus propios fundamentos, un negocio que busca sacar renta de nuestro cuerpo aun después de haber muerto, un vidente que es capaz de comunicarse con yacimientos de petróleo que le confiesan su ubicación y le advierten el desastre al que conduce su hallazgo, una zorra genéticamente progresista que aprende a hablar y revela una vida interior que rebasa el «camuflaje doméstico exterior», la relación simbiótica y dual que existe entre presa y cazador, un biombo que se desdobla en el tiempo o una adolescente que muestra las cicatrices interiores de las deformaciones exteriores, se revelan a través de una prosa colmada de imágenes poéticas («Dibujo una espiral en una hoja de papel. Soy oído poroso que perdura») que acompañan instantes y personajes entrañables, oscuros y complejos, en una escritura sutil pero poderosa que restituye la dignidad de los objetos al emanciparlos de la burda e instrumental mirada actual.