Ahora puedo asegurar que ese llanto ridículo que me viene en los aterrizajes no tiene nada que ver con la infelicidad ni el miedo al futuro. Es una simple respuesta húmeda al hecho concretísimo de hacer tierra un lago desierto, cuajado de tiempo y polvo de ríos que ahora son sólo avenidas de cemento y palabras baldías: Churubusco, Hondo, Magdalena, Piedad, Mixcoac, Tacubaya, Colmena, Chico, Ameca.