La literatura neerlandesa del pasado siglo es impensable sin él; sin embargo, en el extranjero sigue siendo en gran medida un desconocido, una situación injusta a la que, por cierto, él mismo contribuyó sobremanera con su carácter peculiar e inflexible.
Por ejemplo, unos años antes de su muerte se negó a que dos libros suyos se publicaran en Francia porque la traducción no se había completado en la fecha exacta estipulada en el contrato.
Cuando se traduce a un escritor sólo al final de su vida o, como en este caso, después de su muerte, suele suceder algo extraño. El equilibrio orgánico se pierde, porque el escritor llega a las librerías extranjeras con el libro que, por el motivo que sea, el editor ha elegido publicar primero. Y casi nunca se trata de su primera obra, sino de una que gozó de mucho éxito en su país y, a menudo, de una que el autor publicó en la cima de su carrera, por lo que no se respeta el orden en que fueron escritos los libros.